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Review de “Crímenes de Familia” (Sebastián Schindel, 2020)



En el viaje que hice durante marzo a la provincia de Mendoza, en una de los excursiones hacia la ruta del vino, nuestro experimentado guía turístico, además de repetir la información obligada de cada tour, ayornaba su relato con una serie de datos amarillistas sobre las miserias humanas que acompañaban al paisaje montañoso.


En unos de sus relatos, mientras pasábamos por los márgenes de un barrio privado, en tono jocoso nos comentó que las dueñas de esas propiedades “comenzaban su rutina matutina con su té en hebras, sus tostadas, el queso untable… y su infaltable clonazepam”. Si bien en el momento todos nos reímos, al poco tiempo alejé de mi memoria esta referencia. Sin embargo, al ver esta película y conocer la historia de Alicia, ese recuerdo volvió a mi para resignificarlo todo.



La última producción de Sebastián Schindel no podría concebirse de otra manera que bajo el cuidado y la dedicación que su décima película merecía. Luego de haberme cautivado en 2014 con “El Patrón, radiografía de un crimen” y conquistado completamente con “El Hijo” (2016), el realizador completa su trilogía con este thriller dramático protagonizado por Cecilia Roth, Miguel Angel Solá, Yanina Ávila, Sofía Gala Castiglione y Benjamín Amadeo.


El film desde su estructura pretende contarnos en sus diferentes capas una serie de subhistorias, y a medida que el espectador se adentre, se complejizará el relato a la vez que se enriquece y realza a partir de las acciones que se suceden.



En un primer nivel, se nos presenta de manera introductoria a los personajes intervinientes, encabezados por Alicia (Cecilia Roth) una mujer de una sólida posición socioeconómica, quien junto a su marido Ignacio (Miguel Angel Solá) viven en un cómodo departamento de uno de los barrios más lujosos de Buenos Aires. Junto al matrimonio está Gladys (Yanina Ávila), la empleada doméstica que vive junto a Santiago, su hijo de tres años bajo el mismo techo que sus patrones.



El comienzo del segundo acto y el fin de esta vida soñada, comienza a desmoronarse a partir de enterarse que Daniel, hijo del matrimonio, está acusado de violación e intento de homicidio a partir de una denuncia realizada por la ex esposa de éste (Sofía Gala Castiglione). A partir de este momento comienzan una serie de cambios en la cotidianidad de Alicia, lo cual queda sumamente explicitado para el espectador, gracias a una serie de recursos narrativos con los que el director comienza a condimentar al relato.



Desde allí la historia nos será presentada a través de una serie de flashforwards que nos advierten que al final algo se salió de control y ya nada será como antes. Sin embargo, el hecho de “adelantarnos” información, en vez de desalentar al espectador, la enfoca y zambulle junto a Alicia en la búsqueda de la verdad, detrás de un dudoso cuadro de violencia doméstica que salpica al resto de la familia de maneras insospechadas.


El recurso que más destaco del film es su construcción estructural, la cual está orquestada de manera armoniosa, para que el espectador llegue al tercer acto con la información necesaria, a la par que con el nivel de curiosidad requerido para no dejar de preguntarse cómo se resolverán estas historias paralelas.



En cuanto a las actuaciones, considero que cada uno de los intervinientes tienen un rol sumamente marcado y logrado a partir de de la dirección actoral, ya que no hay dos personajes iguales en cuanto al tono e intensidad con los que desarrollan su performance: el tono funciona como una herramienta más para que la audiencia avance, sorteando la intriga y la incertidumbre de conocer el desenlace del acto final. Pero por sobre todo quisiera destacar al personaje de Cecilia Roth, quien inicialmente se nos presenta como un con un rol chato, el cual a lo largo del metraje demuestra una evolución interna que culmina por traspasar la pantalla y a partir de la empatía conquistada, convertirse en la heroína del día, a partir de afrontar y cambiar, en función de aquellas verdades que su superficialidad no le permitían afrontar.


Crímenes de Familia” se corona como una perfecta trilogía de Sebastián Schindel, la cual no pretende mostrar finales felices, ni cierres rotundos, sino que el film funciona como símbolo de que aquello que parecía inamovible puede cambiar, en función de que aquellas personas sin voz, puedan ser escuchadas.


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